La unión con Dios es como los caminos, fáciles al principio, pero llenos de distracciones y de peligros. Al comenzar la ascensión, el camino está bien marcado, pues han pasado muchos, pero sube y cansa. Pero al llegar a las cumbres puede no haber caminos y sólo los expertos se orientan. La cumbre es horizonte abierto, alegría laboriosa, es más claro que allí está Dios, que espera. En esas cimas se vive la perfecta caridad preludio del cielo. Ha valido la pena caminar.