Para Tarrés, el entusiasmo es una cualidad esencial, indispensable en toda organización que aspire a conquistar a las personas para bien. Es vida, es amor, es audacia, es talento. Es, en una palabra, potencia creadora. Es indispensable que los dirigentes vivan un entusiasmo penetrante, incisivo, tumultuoso, y que sepan llevarlo a la masa y hacerle sentir el escalofrío de la emoción.


Para triunfar decisivamente en la vida, esto es, para cumplir los objetivos que Dios y nosotros nos hemos puesto para esta vida y entrar al final en la vida que nunca termina, son necesarios unos instrumentos. Para Tarrés, el sacrificio y la oración son los más poderosos. Y comulgar a Cristo en la misa es el arma más poderosa de todas.